Lo que hoy puede parecernos simple y vetusto, es el origen de nuestra más arraigada tradición y acervo cultural. Por: Jairo Moya* En estos días de pandemia, aislamiento preventivo, distanciamiento y virtualidad, nos viene bien celebrar las festividades de San Juan y San Pedro, recordando como otrora se llevaban a cabo estos rituales. La invitación
Lo que hoy puede parecernos simple y vetusto, es el origen de nuestra más arraigada tradición y acervo cultural.
Por: Jairo Moya*
En estos días de pandemia, aislamiento preventivo, distanciamiento y virtualidad, nos viene bien celebrar las festividades de San Juan y San Pedro, recordando como otrora se llevaban a cabo estos rituales. La invitación es a hacer un ejercicio para la activación de la memoria, porque lo que hoy puede parecernos simple y vetusto, es el origen de nuestra más arraigada tradición y acervo cultural.
Riqueza inmaterial
Esta es una riqueza inmaterial por medio de la cual podemos planificar y proyectar nuevas vocaciones productivas sostenibles para la ciudad y el departamento. El insumo está consignado en nuestro devenir histórico, en nuestros procesos culturales, riqueza natural y capital humano.
Primera imagen documentada que se conoce de Neiva, año 1840. Es un grabado del francés Riou.
Neiva, el epicentro
Relatos como los del historiador y magister en ciencia política Bernardo Tovar Zambrano, consignados en el libro “Diversión Devoción y Deseo” y la novela “La Venturosa” del escritor y periodista Ramón Manrique Sánchez, narran con exquisito detalle los inicios de nuestra tradición huilense, que en este caso enfocaremos principalmente en Neiva, como epicentro actual de la fiesta.
La jura
Según Tovar Zambrano, en la Purísima Villa de la Santa Concepción de Neiva, capital del estado soberano del Tolima, los festejos de la jura de Carlos IV, origen de la fiesta, fueron realizados por primera vez, el 10 de diciembre de 1791. La ceremonia de la jura y proclamación pública del monarca siguió los lineamientos básicos acostumbrados en este tipo de festividades, corridas de toros, la presentación de comedias, los bailes, las iluminaciones, los refrescos y demás regocijos, según lo mencionado por Gustavo Arboleda en el Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia Colombiana de Historia.
La fecha
Como dato curioso, los festejos para la celebración de la jura habían sido programados el 12 de febrero de 1790, para ser realizados el 26 de junio de dicho año, fecha que coincidía con las fiestas de San Juan y San Pedro, según Bernardo Tovar. Así lo afirmó la Academia Huilense de Historia, tomando como referente un acta encontrada en la Notaria Primera de Neiva, fechada precisamente el 12 de febrero de 1790.
El festejo
Durante los días de San Juan y San Pedro, los antiguos moradores de la provincia de Neiva, incluso las autoridades, se entregaban con ferviente emoción a los placeres de la festividad. Era el momento en el que los ahorros de muchos meses de trabajo cumplían por fin con su destino, financiar los costos del festejo.
Sólo disfrute
Música, canto, baile y comida hacían parte central de la fiesta a lo cual se unían, por supuesto, los factores básicos de la región: los caballos para las carreras y cabalgatas, los toros para las corridas, los cerdos para las comidas festivas y los gallos para su descabezamiento y riña. Esta era una celebración en la que los neivanos no querían saber de nada distinto al disfrute.
Corridas de toros
Las corridas de toros y las carreras de caballos explican los elementos ecuestres y pastoriles que caracterizaban a la región del Valle del Alto Magdalena, conocida desde los tiempos de la Colonia como un espacio donde la ganadería adquirió una importancia característica, pues los caballos y los cerdos fueron los primeros animales que llegaron al territorio, después lo hizo el ganado vacuno. Según las consignaciones hechas por Fray Pedro Aguado, en la recopilación historial de la Biblioteca de la Presidencia de la República.
A comienzo del siglo XX, la plaza de San Pedro era epicentro de los festejos taurinos.
En los años treinta del siglo pasado, el Parque Santander, llamado entonces Centenario, servía de plaza de ferias. Se observa el Palacio de las 56 ventanas, sede de la gobernación.
Animal emblemático
En Neiva fue importante la comercialización de tasajo y tocino como uno de los renglones más importantes de la economía de la ciudad. El cerdo se convirtió en un animal emblemático de las fiestas por la comida elaborada con su carne, este animal arribó a estas tierras en la expedición de Sebastián de Belalcázar en el año 1538, por la facilidad en su manejo, transporte, alimentación y reproducción.
Paseo a los ríos
Según David Guarín, en las tierras cálidas del Alto Magdalena tenía lugar el baño ritual de la gente, es decir, el famoso paseo a los ríos y quebradas el día de San Juan, en un conjunto de prácticas al que se agregaba el sello cultural, social y económico de la región.
En la parte alta del Río del Oro, en el charco de “Paso Ancho”, los neivanos acudían a bañarse los domingos y días festivos.
La música
En esta diferenciación regional de las fiestas tuvo un espacio importante la música y el baile (el Bambuco), la integración de las leyendas y mitos con sus personajes del mundo mágico y maravilloso y otras prácticas y elementos que se irían incorporando con el paso del tiempo a la estructura de aquellas actividades.
Con música, trajes típicos y sombrero de pindo, se participaba en los desfiles. Al fondo, la Catedral de Neiva.
Fiesta religiosa
De la fiesta tradicional española de San Juan Bautista, se conservaron por un largo tiempo algunos de sus rasgos principales, el carácter de fiesta religiosa dedicada a San Juan Bautista, precursor inmediato de Cristo; la significación de los rituales asociados al sol, al fuego y al agua; por último, la celebración del mundo vegetal, de las hierbas medicinales y mágicas.
Desfile por la carrera 5ª de Neiva en las fiestas del San Pedro del año 1950. Adelante de la cabalgata está el carro de Bomberos.
Costumbres
Junto al gusto que tenían los habitantes de la antigua provincia de Neiva por la música, las canciones populares, los bailes ruidosos y animados, las carreras a caballo, los regocijos públicos, el cigarro y la bandola, las cenas al aire libre, el juego de naipes y dados y las corridas de toros, muy diferentes a las de España. Se contaban cinco cosas que casi todo el mundo sabía hacer desde la edad de los 12 a los 15 años: atravesar los ríos nadando, montar a caballo, bailar con donaire, fumar cigarrillo y tocar guitarra o bandola.
Cuando se inauguró el Ferrocarril y la Estación de Neiva, en 1938, la vía férrea era la única comunicación terrestre con el centro del país.
Cadáver insepulto
Un caso particular de este apasionamiento fue el sucedido en 1855 cuando el cadáver de Domingo Caicedo permaneció insepulto durante el día de San Pedro. El suceso se presentó a una cuadra de la plaza central de Neiva, cuando el 28 de junio a las 12 del día en una casucha abandonada, el cuerpo del difunto quedó en el más espantoso abandono, mientras el ruido de las alegres bandas de música, el galope de los fogosos corceles y los vivas a San Pedro continuaban su curso. Sólo hasta el 30 de junio a las ocho de la mañana, le dieron sepultura los presos de la cárcel, dato compilado por Bernardo Tovar Zambrano del texto Neiva y Mariquita, o Huila y Tolima, Huila N°4, Neiva.
Fiesta para compartir
La fiesta también ha sido un escenario para las distensiones y el encuentro comunitario, así lo describe Ramón Manrique Sánchez en el capítulo II de la novela “La Venturosa” donde se muestra la importancia del compartir: “– Aquí les manda misiá Benedita estas poquedades… Que la mistela, que tá fuertecita es pal dotor… y la de ruda, por ser más suavecita, pa sumercé y pa las niñas… ¡ah!… y que muchas saludes al dotor, y a las niñas y a sumercé… y que perdonen lo malo”.
Asado Huilense
En esta misma descripción habla del plato ceremonial de la fiesta, el asado tradicional huilense. “Su preparación requería un meticuloso proceso. Matado el animal, se desollaba y despresaba. Perniles y costillas, cabeza y tronco del lechón recibían la consagración ritual de las especias; se colocaban sobre cazuelas de barro cocido y se metían al horno. De las especias, los cominos, la pimienta, la nuez moscada y la mostacilla; de yerbas el culantrillo, el eneldo, el poleo, la cebolla cimarrona, el ajo. Y para mejor adobar, una buena rociada de vinagrillo de la tierra sobre la ricura de cada cazuela”.
Por el Río Magdalena se transportaban los racimos de plátano hasta la plaza de mercado de Neiva.
Hermandad
Familias y vecinos se reunían en fraternidad y hermandad: Guitarristas y requinteros hacían ludios e interludios con gran agilidad de dedos y recio rasguear de los cordajes. Y en los intervalos, el subrayado del vocerío:
-¡iiiiiii…San Juan…!
Bailando
Una gran caracola de sombreros de pindo, camisas con pechera, arandela y polleras de colorines con aplicaciones y randas, se iba formando en el gramotal al son de los atabales. Y de pronto las parejas sueltas lanzabanse al vértigo del bambuco, toreando con el pañolito perfumes de pachulí, persiguiendo ella con esguinces y carantoñas.
Desfile de candidatas al Reinado Popular del Bambuco.
Festival Típico del Huila
La celebración y sus formas respondieron inicialmente al culto a San Juan Bautista y el apóstol Pedro. con el surgimiento del departamento del Huila en 1905 y ante la necesidad de obtener una identidad propia, pues la tolimense ya no nos pertenecía, empiezan a darse algunos cambios. Es así como en Neiva, el primero de diciembre de 1959 por medio de la Ordenanza 044, se crea “El Festival Típico del Huila”, que entre otras novedades permite la deslaicización de la fiesta.
Primera versión del Reinado
Lo que antes se realizaba por fuerza de costumbre se oficializa para ser dirigido por la institucionalidad y con ella se integran los desfiles, para mostrar las estampas folclóricas del departamento, y se reginiza la celebración con la primera versión del Reinado Nacional del Bambuco en 1961.
Llegada del “Tren de la Alegría” procedente de Bogotá, durante las fiestas de San Pedro, en el año 1979.
El gobernador del Huila en 1961, José Domingo Liévano Perdomo, impone la corona a la primera Reina Nacional del Bambuco, Luz Cucalón García. Foto de Jorge Álvarez Supelano.
Proyectarnos
Los datos acá mencionados revisten gran relevancia porque desentrañan nuestro devenir, nos permiten reflexionar y hacer consciencia de quiénes somos, de dónde venimos, para así comprender dónde estamos. Hechos que nos obliga a pensar colectivamente nuestro presente y futuro, a proyectarnos, como antaño se vivía la fiesta, en unión.
*Comunicador Social y Periodista – Universidad Surcolombiana. Especialista en Gerencia de Marketing – Universidad Sergio Arboleda.
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